La madrugada de ese Miércoles Santo, una multitud estaba aglomerada en las puertas de la Basílica, esperando que abrieran las puertas para entrar y cumplir la tradicional promesa al Nazareno de San Pablo.
A
las 2 de la madrugada la iglesia abrió sus gigantescos portones. Poco
después la plazoleta que bullía de gente quedó vacía. Al ingresar los
fieles ordenadamente, Santa Teresa se va llenando poco a poco, hasta que
no hubo lugar para uno más, pero seguirá entrando más gente.
Todo
se desarrollaba normalmente, a las 4:30 de la mañana, el padre
Hortensio Carrillo inició la misa. La capacidad del templo quedó
reducida ese año. La nave lateral derecha fue clausurada por medidas de
seguridad. La puerta que da acceso a esa nave fue cerrada. El movimiento
de los fieles se realizaba con mucha dificultad. La apacible
muchedumbre se encontraba apretujaba, el rumor de plegarias y
conversaciones en voz baja, movimientos de bancos, toses y llantos de
niños se confundían por momentos con el sermón del padre Carrillo.
De
pronto, una voz masculina grito: ¡FUEGO! Hubo un instante de
incertidumbre y confusión, pero de inmediato se sobrevino el pánico.
El
padre Carrillo pedía calma y serenidad, pero no lo escuchaban. En
incontrolable estampida, provocada por un terror irracional, la multitud
se atropellaba en búsqueda de alguna salida o vía de escape. En la
confusión, el terrible oleaje humano que no tenía otro objetivo que huir
se encontraba con otra ola de gente que pugnaba por entrar al templo.
En el encuentro y como resultado de ese choque fueron quedando los más
débiles: niños, mujeres, ancianos, enfermos y discapacitados, muchos
asfixiados, con golpes en la cabeza, cuerpos pisados, rostros
ensangrentados, inmóviles, sin vida.
La
policía rompió los paneles de la puerta lateral derecha, y grupos de
personas salieron disparadas del templo, llenando de sollozos, gritos y
heridos la plazoleta. El precio de este pánico colectivo fue horrible.
En las afueras de La Iglesia Santa Teresa se ubicaron los cuerpos sin
vida, algunos envueltos en sus túnicas moradas.
Las
autoridades se movilizaron y los heridos recibieron atención inmediata,
siendo trasladados al Hospital Vargas y al Puesto de Socorro, en la
esquina de Salas.
El
trágico balance arrojó 50 muertos, entre ellos 24 menores, y más de un
centenar de heridos. La Junta de Gobierno, presidida entonces por el
doctor German Suárez Flamerich, decretó tres días de duelo nacional.
Fuentes: Elite. Caracas, N.º 1384, sábado 19 de abril de 1952.
La Esfera. Caracas, sábado 12 de abril de 1952.
García de La Concha, José. "Reminiscencias: Vida y costumbres de la vieja Caracas. Caracas": Grafos, 1962.
En el primer comentario, ejemplar extra de "El Nacional", 10 de abril de 1952, con la reseña de la tragedia.
Fotos: Basílica de Santa Teresa, 1952.
Traslado de heridos, 9 de abril 1952.
El Padre Hortensio Carrillo, días después de la tragedia en las afueras de Santa Teresa, 1952.
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